Olas de calor, inundaciones y sequías, mares que suben de nivel, mientras los polos se derriten y las especies pagan con su vida. Ya no es teórico, es visible y aunque todos dicen que les importa, pocos hacen algo para frenar la catástrofe. Paradójicamente, varios hablan del "cambio climático", evento que suena menos intimidante que a la crisis que conlleva el calentamiento global.

Algunos reclaman que no pueden increpar a los culpables. No es un familiar y su chimenea, sería la agricultura, la minería o quizás las generadoras eléctricas. Es China, India y Estados Unidos, que en medio de discusiones bizantinas suman márgenes a las emisiones, porfiando en inexistentes derechos morales y saturando la industrialización. Recientemente, el Panel de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, responsabilizó a la humanidad por el calentamiento global; ya no hay discusión que valga, el planeta aumentará en 1.5ºC su temperatura promedio, llevando al límite a los seres de la Tierra.

Es tiempo de llamar las cosas por su nombre. Basta de hablar de cambio climático, porque esta es la peor crisis que vino a poner en riesgo a la especie. El calentamiento global y la consiguiente emergencia climática -como siempre debimos llamarle- nos sitúa hoy en un momento límite.

Esta es la hora de la verdad. Somos nosotros los que estamos en riesgo de perder lo que más nos importa y apreciamos. Pues, más temprano que tarde, dejarán de ser los osos polares del Ártico y será la misma escena en la que nuestros hijos y su descendencia, dejarán la Tierra ante la angustia de no haber hecho nada cuando aún había tiempo.

"El planeta aumentará en 1,5°C su temperatura promedio, llevando al límite a los seres de la tierra. Es tiempo de llamar las cosas por su nombre (...) el calentamiento global y la consiguiente emergencia climática nos sitúa hoy en un momento límite. Esta es la hora de la verdad".

Felipe Palma, docente Escuela de Comunicaciones Universidad de Las Américas

En los momentos que uno reflexiona y conversa respecto a las libertades individuales que poseemos -de un modo inherente y que el Estado debe reconocer y proteger- es difícil concebirnos sin ellas. Es decir, debemos realizar un ejercicio mental para aproximarnos a una realidad sin nuestras garantías fundamentales.

Al mismo tiempo, podemos usar los ejemplos mas próximos como Venezuela y Cuba para percatarnos de lo afortunados que somos, por ahora, de tener que llegar a la privación de nuestras libertades solo mediante un ejercicio mental.

Pero la realidad es que una reflexión de esta índole puede fácilmente confundirse con la realidad. Un ejemplo de ello es el efecto inconsciente que se ha manifestado a pocos días de haberse levantado el estado de excepción constitucional. Fue común ver a personas, condicionadas aún, retornar a sus hogares antes de la medianoche, pese a que no había un mandato legal para ello.

Si bien podemos asumir esta situación como "poco riesgosa", no es menos cierto que el peligro de perder libertad por medio de una ley, y un estado mental causado por ella, se encuentra siempre latente.

Agustín Soto

En las últimas semanas el candidato presidencial Sebastián Sichel ha bajado considerablemente en las encuestas, siendo lo mismo que le ocurrió a Daniel Jadue en su momento. Tras una oleada de popularidad y apoyo, pareciera que todo se desvanece en la recta final.

Si bien, pueden existir extensos y numerosos motivos que expliquen este fenómeno, es claro que la ciudadanía quiere a un candidato capaz de comunicar con claridad sus ideas, mantenerlas y hacerse cargo de ellas.

Los electores en noviembre no votarán solo ideas, sino que la certidumbre de que quien ostente el cargo de presidente se mantenga firme en ellas y no cederá ante presiones de aquellos grupos que se saltan toda clase de reglas e institucionalidad.

Pilar Lorenzini

Fundación para el Progreso