"Hubo un crecimiento de un 107% de las familias que viven en campamentos"
Foco de institución no gubernamental está orientada a familias que viven en asentamientos de la región. El estallido social y el primer año de la pandemia en 2020 fue un detonante en su aumento, pero crecimiento se inició en 2011.
El abogado Cristóbal Jiménez Pulgar lleva dos años liderando la Fundación Techo en Tarapacá, tiempo en que reconoce ha visto como la precariedad ha tenido un fuerte impulso en la zona y esto se aprecia en que existencia de 62 campamentos, según el estudio que la institución hizo a nivel nacional. Cree que es mucho lo que se debe trabajar para que estas familias accedan a una vivienda y llama a no discriminar a quienes viven en una toma, pues son vecinos que trabajan e incluso están expuestos a la inseguridad. Techo opera con 72 voluntarios en Alto Hospicio e Iquique, en especial en los sectores de La Pampa, El Boro y en Laguna Verde.
- El catastro que hizo la fundación reveló que hay 62 campamentos en la región. ¿A qué se debe ese impacto tan grande y qué lo produjo?
- En la región de Tarapacá hay aproximadamente 8.500 familias viviendo en campamentos, entre los 62 que se tiene conocimiento. Si comparamos esto con el año 2019, hubo un crecimiento de un 107% de las familias que viven en estos asentamientos y en relación de los campamentos, se creció en un 55%. Cabe señalar que de todos los campamentos que existen en Tarapacá, 49 son de la comuna de Alto Hospicio.
-¿Fue el estallido social y los efectos económicos de la pandemia el detonante de este crecimiento?
-A nivel nacional y regional hubo un crecimiento. Pero las razones estructurales fueron económicas de las familias, temas de empleo y sueldos básicos y laborales, por quedar cesantes los jefes o jefas de hogar y los altos costos de arriendo, por el costo del suelo, son causas para ir a vivir a un campamento. Hay 80 mil familias viviendas en el país en asentamientos (irregulares), de los cuales hay 916 en el país, cifras que no se veían en el país desde 1996 y debemos hacernos cargo los miembros de la sociedad civil y los estamentos estatales. Esto no es más que el síntoma de una enfermedad mucho más grave que es la falta al acceso a la vivienda y el déficit habitacional.
-¿Por qué fue tan explosivo este crecimiento?
-En 2011 había 27 mil familias viviendo en campamentos y ahora hay 81 mil familias, lo que revela que por año hay 2 mil familias que deciden irse a vivir a estas instalaciones. El efecto es acumulativo de 10 años.
-¿Cuál es el origen de las personas que optan por llegar a un asentamiento precario. Cuántos de ellos son migrantes?
-Hay personas que vienen de diferentes ciudades y son chilenos. Del total de 8.500 familias de la región, solo el 39% son familias migrantes, y eso hay que dejarlo claro, porque tenemos ese fantasma o mito que los campamentos están habitados en un ciento por ciento por familias extranjeras. Hay chilenos y extranjeros y debemos tener claro que las personas en los asentamientos, ha aumentado tanto entre nacionales como migrantes.
-¿Ha sido efectivo el trabajo de la autoridad para promover el acceso a la vivienda a estos sectores más vulnerables?
-Hay que comprender que se aplica el mismo sistema de vivienda para familias de campamentos y allegados, salvo a las familias catastradas que se les hace un llamado especial. Pero debemos entender que entre quienes no tienen acceso a la vivienda, hay familias en calidad de allegadas y este déficit habitacional llega a las 500 mil familias. Y en este contexto, nuestro sistema de vivienda se agotó en su capacidad de respuesta habitacional actual del país. Si bien las soluciones por parte del Ministerio de Vivienda, del área de asentamientos precarios, se enfoca en soluciones a familias, pero estas no están dando abasto. Las políticas habitacionales no dan abasto a la demanda y por eso nacieron programas como Cien más Cien, para mejorar la calidad de las personas en campamentos hasta que llega la vivienda definitiva, que en promedio demora 5 a 8 años. En eso estamos participando con el Serviu y Minvu.
-El Boro está reconocido a nivel nacional e internacional como una zona de sacrificio. Conviviendo con un vertedero. Cuál es el apoyo que estas personas requieren?
- En el caso de El Boro, ir a vivir a un sector lleno de empresas y polvo es un determinación difícil, pues no hay acceso a electricidad ni agua regular, pero cuando las familias proceden a instalarse en los campamentos, es que en verdad nos ha ganado la injusticia en Chile. En Alto Hospicio tenemos el caso de El Boro, que es una zona de sacrificio, pero las carencias económicas llevaron a estos grupos a instalarse, incluso existiendo un vertedero.
-¿Cómo ve la organización vecinal. Están trabajando para salir de estas zonas?
-La organización comunitaria es importante, pues se organizan con directivas elegidas democráticamente y ellos mismos van a conversar con la autoridad. Tenemos un ejemplo que estos grupos se preocupan de incluir a los vecinos en los catastros oficiales del Minvu y lograr la vivienda definitiva. Se han obtenido logros y un ejemplo es en los campamentos donde trabajamos, en que muchos de ellos ya tienen llamados para irse a vivir a departamentos nuevos. Pero aún no logramos que las familias que acceden a vivienda sea mayoritario y deje un déficit cero.
-¿Hay inquietud de quienes viven en campamentos por el tema de seguridad?
-Se estigmatiza mucho, en especial en redes sociales, que las personas que viven en campamentos están delinquiendo. Eso es un prejuicio y puedo decir que las mismas familias que viven allí lo hacen con la inseguridad que les pase algo. Es por eso que como fundación tenemos iniciativas con PDI y Carabineros para enseñar a los vecinos a hacer denuncias en caso de ver delitos. Además estamos instalando luminarias solares, porque no tienen alumbrado público y se busca disminuir la inseguridad. Los pobladores temen por su seguridad desde su casa hasta el trabajo.
-Las ollas comunes que funcionaron en campamentos están desapareciendo.¿Qué ha ocurrido?
-En algún momento por la crisis económica, nosotros ayudamos a 14, pero hoy solo sobreviven 4. La activación económica y la mayor movilidad las fue desgastando, pero en especial el agotamiento de las personas que trabajaban en ellas. Eso es una situación que vive este tipo de organización.