Educación inclusiva para alumnos con autismo
Este 2 de abril se conmemoró Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, Naciones Unidas ha puesto el foco sobre el derecho de las personas con autismo a acceder y participar de sistemas educativos inclusivos y de calidad; esto refiere a que los estados promuevan que los centros les brinden oportunidades de aprendizaje permanente que contribuyan a su calidad de vida, en un marco que promueva valores, normas y prácticas inclusivas.
En esta tarea, profesores y profesoras se encuentran en una posición central, porque en la relación diaria con sus estudiantes con autismo convergen: los mandatos de acuerdos internacionales y normativas nacionales para una educación inclusiva; la articulación de estrategias de equipos de gestión y de profesionales de apoyo para la inclusión; y las expectativas de padres y apoderados, que, tal como la sociedad en general, demandan una educación inclusiva para estudiantes con autismo, quienes, históricamente, suelen ser resistidos en contextos educativos regulares, incluso con una ley de inclusión escolar vigente.
Cabe preguntarse, entonces, ¿cómo es la experiencia de ser profesor de un estudiante con autismo? En primer lugar, las condiciones de nuestro sistema educativo lo convierten en un desafío, incluso para profesores con vasto conocimiento sobre el tema, porque cada niño, independientemente de su condición, es único, y desafía al profesorado a buscar posibilidades de innovación pedagógica en contextos, muchas veces, poco favorables, como salas con excesiva cantidad de estudiantes, poco tiempo y recursos para el perfeccionamiento docente y el trabajo colaborativo, en un sistema que, además, le pide cuentas a cada profesor como si el resultado dependiera sólo de su acción. Entonces ¿qué hacen los profesores que logran generar prácticas exitosas de inclusión educativa con sus estudiantes con autismo? Se rebelan ante la rigidez del sistema y buscan en espacios de escucha, autonomía y colaboración, las posibilidades de innovación docente: enfatizan la comunicación socioafectiva en sus prácticas docentes, generan redes de colaboración interna con equipos de apoyo, colegas y familias, mientras van promoviendo, de abajo hacia arriba, la idea de que una educación para la diversidad implica y beneficia a toda la comunidad educativa.
La esencia de una buena escuela, está escuchar la voz de los profesores y sus estudiantes, en quienes están la esperanza y realidad de una educación inclusiva.
"La esencia de una buena escuela, está escuchar la voz de los profesores y sus estudiantes".
Sebastián Zenteno Osorio, Psicólogo,, Centro de Investigación para la Educación Inclusiva