Siches y la economía
La ministra Siches ha diagnosticado correctamente el problema de las armas en Chile al plantear ayer cuán urgente es que las armas sean "monopolio de la policía" (y de las Fuerzas Armadas le faltó agregar) y, según dijo con énfasis, no "una necesidad" de las personas.
Ese es exactamente el problema. Porque lo que ocurre (y es cosa de mirar para advertirlo) es que hay una relación entre la capacidad del estado para monopolizar efectivamente la fuerza, por una parte, y la disposición de las personas (honradas o no) para hacerse de las suyas, por la otra.
Cuando, como parece ocurrir hoy en amplias zonas de la vida ciudadana, el estado no cumple la tarea de monopolizar y ejercer la fuerza para hacer cumplir la ley, los ciudadanos que no toleran el desamparo o temen vivir a la intemperie, o que están a la espera de la oportunidad de delinquir (como también ocurre, no hay para qué engañarse) se esfuerzan de inmediato para adquirir armas y llegado el caso emplearlas. En suma, a mayor abandono por parte del estado de la tarea que le es propia, mayor propensión de las personas a emplear privadamente la fuerza y a adquirir armas para hacerlo. Por la inversa, cuando el estado provee seguridad (algo que se logra solo cuando muestra de manera flagrante que está dispuesto a emplear el monopolio de la fuerza que la ley le concede) entonces los ciudadanos honrados no sienten la necesidad de armarse y los ciudadanos que gustan delinquir cuentan con poderosas razones para no hacerlo.
Podemos llamar a esa relación sencilla, la economía de la fuerza.
Es como si las sociedades para existir y funcionar requiriesen una determinada cantidad de fuerza, de manera que el problema no es, o no parece ser, si habrá o no fuerza en la vida social, sino quién la ejercerá y de qué forma. Esta es por lo demás la lección de los clásicos, desde los protoliberales como Hobbes, hasta los iliberales como Marx. Todos ellos supieron, y sus seguidores debieran saber, que la vida edénica sin fuerza simplemente no existe y que el problema, entonces, cabría insistir, es siempre quién la ejercerá y en qué medida o cuánto.
De manera que (es de esperar que involuntariamente) la Ministra ha demostrado con esa declaración poseer un conciencia del problema que experimentan zonas y barrios del país (o mejor, las personas que viven en esas zonas y barrios del país) harto más aguda y menos bien pensante de lo que ha mostrado el presidente Boric quien a propósito del baleo en el paseo Meiggs en Santiago, un verdadero remedo mapochino del far west, manifestó su queja porque estábamos "naturalizando" -esa fue la expresión que empleó- la violencia, agregando en tono de conmiseración que fue "desgarrador" ese acto de violencia "entre personas con necesidades".
La verdad en cambio, como lo muestra la economía de la fuerza, es que la fuerza es lo más natural que hay en las sociedades humanas, y que advertirlo es el primer paso para controlarla y contenerla y que la civilización brota allí donde esta naturaleza que hay en cada uno se controla y se limita (gracias, claro está, a la fuerza, solo que ejercida por el estado). Pero el presidente parece no tener conciencia de ello cuando atribuye lo ocurrido en Meigss a "personas con necesidades" como si la violencia se produjera solo cuando hay carencias cuando la verdad es que ella también se produce cuando esas carencias no existen y al compás de otras múltiples pulsiones como el deseo de dominio, la simple voluntad de poder o sueños ideológicos (y, como muestra la experiencia, son estos últimos, los pretextos ideológicos y no las carencias las que impulsan las formas más masivas e hirientes de violencia).
Así entonces con esa sencilla declaración la ministra Siches está demostrando que está en curso de comprender el problema que tiene entre manos, una de cuyas dimensiones, si no la más relevante, es lo que puede llamarse, vale la pena insistir una y otra vez, la economía de la fuerza.