"Me conecté con una generación que carga historias personales únicas"
El escritor y periodista nortino recoge, en la novela "Polka del perro", la historia de un "documentalista" que creaba nuevas identidades durante el régimen militar y de un "fondeado" que se mantuvo oculto por años.
"La generación de mis padres podría llamarse la 'generación perdida', al igual que la película", reflexiona el protagonista de "Polka del perro", la más reciente novela del escritor antofagastino Rodrigo Ramos Bañados, editada por LOM.
No es una exageración, porque la novela gira, precisamente, en torno a padres perdidos: el del propio protagonista, un periodista iquiqueño que viene a conocer a su padre biológico ya de grande, luego de que este regresara clandestinamente del exilio, con una identidad falsa; y el legendario "fondeado", un hombre que habría sobrevivido tras ser lanzado por un helicóptero al mar frente a Pisagua y se habría mantenido escondido bajo una nueva identidad, hasta bien entrada la democracia.
Es precisamente esta historia la que el protagonista de "Polka del perro" intenta reconstruir como una investigación periodística, a través de la cual visita la historia de su padre (un "documentalista" dedicado a crear falsas identidades para los perseguidos de la dictadura), frecuenta a un veterano periodista conocido como "el perro" que fue colaborador de la represión y escucha las memorias de un sobreviviente del campo de concentración de Pisagua.
La novela, narrada como un apasionante policial que se desarrolla en la noche extrema de la bohemia iquiqueña, se inscribe desde la ficción en las escrituras de la memoria, a propósito de la reciente conmemoración de los 50 años del golpe de Estado.
Si bien se ha utilizado el término "literatura de los hijos" para referirse a la escritura relacionada con la memoria de quienes fueron niños en dictadura, acá el enfoque se concentra en la figura del padre. ¿Qué representa para ti esta figura en la novela?
Fue conectarme con una generación, la anterior a la mía, que pasó, creyó y vivió en la Unidad Popular, y luego sufrió la persecución, con la tortura de por medio, por parte de la dictadura. Son personas que actualmente superan los 70 años y algunos de ellos están falleciendo por complicaciones de salud. Ellos cargan historias personales únicas, donde a pesar de los años y el sufrimiento mantienen la esperanza de cambiar al país. De ahí surgió mi interés por abordar la figura del padre a través de un oficio poco conocido como el de "documentalista", en este caso, la falsificación de documentos de identidad.
Y a propósito de lo anterior, ¿te sientes parte de la "literatura de los hijos" en Chile, por las temáticas que has abordado tanto en "Polka del perro" como en "Pinochet boy"?
Surge de manera natural, por ser parte de esa cadena. Nací en 1973 y mi historia de vida está ligada a la dictadura con todo lo que conlleva. Si se trata de "literatura de los hijos", en este caso mi intención también ha sido poner el mapa del país lo que se vivió en el norte de Chile, y por lo tanto, me sitúo para narrar en Antofagasta (en "Pinochet boy") e Iquique (en "Polka del perro"). Ambas novelas tienen una cuota autobiográfica.
Hay algo de enigma o misterio por resolver en esta novela, ¿te planteaste la idea de construir el relato de esta forma?
En un momento estuve leyendo "Soldado de Salamina" de Javier Cercas, y me interesó la manera de cómo abordó en la forma su novela. Esa idea me influyó para urdir la novela, la que siempre proyecté como una investigación periodística donde iban a confluir elementos de la novela negra. Después, en el proceso de edición, retrasé y adelanté fragmentos para darle más agilidad a la lectura. Todo este proceso responde a una beca de creación literaria por la Región de Tarapacá.
¿Cuáles fueron las motivaciones que tú observaste en el personaje del "fondeado" para de alguna manera mantenerse oculto en su pasado?
Dialogando con personas que vivieron perseguidas en esos años, me enteré que muchas pasaron años en casas de familiares sin pisar la calle, y bajo estricta reserva, en una suerte de encarcelamiento voluntario. Estas personas cambiaron de apariencia física e incluso de identidad, a través de la falsificación de documentos, para poder salir o insertarse en las ciudades del país. Lo que sucedió es que, una vez que regresó la democracia, estas personas se quedaron con sus nuevos nombre y apellidos. Y de paso construyeron otra identidad en otras ciudades, dejando su pasado de lado.
Tu literatura siempre se vincula con el norte, ¿por qué eliges Pisagua como eje narrativo en esta novela?
En mis tiempos de reportero en Iquique, escuché varios relatos de Pisagua como campo de concentración. Me quedaron dando vueltas. Otras conversaciones, con pescadores de Pisagua me fueron abriendo la imaginación. Así llegué a conocer Pisagua. Es un lugar impresionante geográficamente por sus acantilados, medio abandonado y que tiene esa carga emotiva de haber servido de campo de concentración en diferentes periodos de su historia. Esta novela también es muy de Iquique con un retrato de sus calles y bares tradicionales, bajo la óptica del narrador, como el Democrático, Colo Colo, Curupucho y hasta el desaparecido Genovés.
¿Qué inspiró la historia?
Conversaciones con torturados, pescadores, la historia de Raúl Choque (iquiqueño campeón mundial de caza submarina en los 70), mi padre -que fue de exiliado de Argentina a Francia y que confeccionó artesanalmente documentos de identidad. Lecturas también como un cuento de "Playa Panteón" de Juan Podestá -el de los gitanos- o el mencionado "Soldado de Salamina". En Iquique y Antofagasta también conocí reporteros que habían colaborado con la dictadura, especialmente en los montajes de prensa. Trabajaban con total impunidad (hablo de finales de los años 90) e incluso se jactaban de sus pergaminos. Así, en un momento me senté a escribir y toda esa información se fue ordenando.