Con alguna habitualidad, con el propósito de conocer un poco más a los estudiantes que completan el aula, entre tantas consultas, suelo preguntar algunos asuntos de la geografía de Chile. De las interpelaciones que realizo, esta vez relevo una: ¿qué tan largo es tu Chile? ¿Chile, por el norte? ¿Chile, por el sur? Esto es, si han recorrido Chile a lo largo, en especial desplazándose por vía terrestre, pues alcanzar Arica por el norte y Punta Arenas, por el sur, por vía aérea, no es buen chiste, les digo. Y en esta conversación, y al azar, quienes son interpelados, responden con la verdad. Y no deja de sorprendernos que el Chile que conocen es más bien corto.

Y terminamos sincerando que esa es la realidad, la realidad de muchos, de muuuuuchos. No es fácil, y quienes han tenido mejor suerte, no es por ser millonarios, es porque son las amistades o los familiares quienes han facilitado una itinerancia más extendida.

Recorrer Chile, conocer Chile, que en su geografía es largo, estirado, abarcarlo en mayores extensiones, fuera del deseo, es difícil, más bien, es costoso.

¡Ya!, voy al grano. Me distancio de la experiencia en las salas de clases y voy al diario vivir de cualquier familia chilena.

En los últimos años, quizás impelidos por las ofertas, por el consumo, por el libremercadismo, no son pocos los chilenos que se aventuran a viajar a diversos puntos vacacionales fuera de Chile, a lo mejor alguna playa de América Latina, capitales sudamericanas, o a América del Norte, incluso algunos toman cupos en cruceros por diversos puntos del planeta. Suerte la de ellos. Las ofertas, las ofertas, no pocas, insistentes, muy insistentes, irresistibles, casi a nivel subliminal, machacan y machacan, resaltando condiciones de oportunidad, de facilidad y comodidad en el pago.

Listo. Propongo que esas mismas condiciones de oportunidad, de facilidad y comodidad en el pago sean para conocer Chile, para recorrer Chile. Propongo que la insistencia, lo irresistible de estas ofertas sean para conocer Chile.

"Recorrer Chile, conocer Chile, que en su geografía es largo, estirado, abarcarlo en mayores extensiones, fuera del deseo, es difícil, más bien, es costoso".

Raúl Caamaño Matamala,, profesor, Universidad Católica de Temuco

Pisagua vivió años de gran actividad gracias a la industria del salitre, interrumpida por tiempo de crisis minera, agregándose los dramáticos sucesos de los devastadores incendios y la peste bubónica entre 1903 y 1905. Superadas esas situaciones, regresaba a la normalidad al puerto, pero este ya no tendría el movimiento de antes, donde fue clave el factor de competencia de la cercana caleta de Junín -con su propio ferrocarril al interior - que le arrebataba el porteo de nitrato de sodio de oficinas por razones de flete más bajo que el de la empresa que utilizaba Pisagua.

La progresiva decadencia de la industria, especialmente en las oficinas de la Pampa Norte, se fue manifestando en el despoblamiento del puerto, sus habitantes desesperados solicitaron la clausura de Junín. Sobrevino la gran crisis de 1930 a 1933. La oficina San Antonio de Zapiga, la última que embarcaba por Pisagua, paralizó en 1931. La posterior reorganización de la industria mantuvo el cierre del puerto, la producción de las Oficinas Camiña y Aguada debió bajar a Iquique. Su semi abandono dio origen a una humorística historia ficticia que años más tarde se hizo realidad y que trajo una investigación de la autoridad de cómo funcionaba la somnolonienta administración pisagueña.

Pisagua era cabecera del Departamento y comuna homónima, creada por ley del 31 de octubre de 1884, con el fin de la actividad salitrera, el puerto se transformó en caleta, que vivía de las faenas de la pesca artesanal y lo que generaba la residencia de los funcionarios y familias de los servicios estatales y municipales. Poseía una solida cárcel, construida hacia 1910, el escenario geográfico, con una estrecha y accidental plano entre el mar y los altos cerros, la convertían en un lugar para fines carcelarios y razones políticas, como ocurrió. Esa situación inspiró una breve historia humorística que mostraba la penosa realidad del otrora pujante puerto salitre.

Veamos el chiste de Pisagua. Un forastero fue a la cárcel de Pisagua a preguntar por el alcaide. En guardia solo había un hombre de mala cara. Contestó no está el alcaide. Entonces el forastero preguntó ¿y el sargento? Acaba de salir: fue la respuesta. Ante esto dijo y ¿algunos guardias? De nuevo la respuesta negativa, los que hay, se fueron a sus casas a dormir la siesta. Sorprendido el visitante lanzó otra pregunta definitiva y ¿usted quién es? Yo soy el único reo que hay en la cárcel. El Tarapacá del 31 de mayo de 1945 expresa al respecto que esta historia nunca ocurrió, sino que fue un chiste que se hizo muy popular hace algunos años para reflejar satíricamente el abandono en que estaba la cárcel y el pueblo de Pisagua.

Sin embargo, esa historia satírica se hizo realidad años después. Gobernaba el Presidente Jorge Alessandri Rodríguez, 1958-1964, era intendente Esteban Sacco Pertini. Un día hubo un llamado telefónico desde la Intendencia a la gobernación departamental. No se pudo hablar con el gobernador, ausente, ni con el secretario, ausente, el portero, ausente. El que respondía era un reo, o interno, de la prisión que estaba haciendo el aseo. Esa insólita situación causó el envío de un funcionario de la Intedencia para investigar lo ocurrido que hablaba pésimamente de la administración departamental. Esta historia anecdótica, me la contó un empleado de tesorería en esa caleta que aún conservaba la condición de cabecera departamental y comunal, que primero se quería trasladar a Zapiga y después a Huara. En el gobierno del Presidente Freí Montalva se concretó ese traslado a Huara, respalde la causa de Pisagua, sobre lo cual ya escribí en este diario.

Últimamente Pisagua hizo noticia con la creación de una zona marítima protegida. Actualmente ya no es necesario hacer un nuevo chiste de Pisagua, como se hizo antes, pero hace falta más atención para que tenga más importancia, en especial en el aspecto turístico, se requiere el rescate de la ex estación ferroviaria y el ex hospital de beneficencia, en estado calamitoso.

Tiene una amplia y hermosa bahía que merece un mejor destino que ser un simple ancladero de embarcaciones de pescadores.

Mario Zolezzi Velásquez