La cultura de la violencia
Es una realidad que la migración descontrolada y el caos que ha generado en la convivencia social hoy atraviesa todas las esferas de lo común. La sensación de inseguridad que generan la comisión de crímenes violentos, nos pone a la defensiva. Chile no es un país xenófobo, al contrario, históricamente la cultura chilena es una de las más híbridas -a nivel mundial- en intercambios genéticos y multiétnicos, generadas por el intercambio cultural.
Cuando vivía con mis padres en Iquique, en el centro de la ciudad, mis vecinos fueron croatas, italianos, chinos, bolivianos y "árabes" -sin especificar de qué país eran los musulmanes- que vivían a la vuelta de mi casa. Además la Zona Franca siempre ha atraído a comerciantes indios, libaneses, pakistaníes, israelíes, italianos, peruanos, bolivianos, etc., mientras existe un constante intercambio con los pueblos originarios del altiplano chileno.
Entonces, ¿qué pasa en Chile con este "rechazo" generalizado a los migrantes venezolanos? ¿Es tan así? La aporofobia (fobia a la pobreza) puede ser una causa, pero más allá del nivel económico de esta oleada de migración, lo que rechaza el habitante de este país (chilenos y extranjeros residentes) es la violencia. La cultura de la violencia, la cultura de matar, de la creencia vital que no existe otra forma de resolver conflictos más que matando o violentando. Eso engloba todo tipo de delitos violentos y las formas de comisión de esos delitos que han sido importados en las últimas décadas. Pero a la vez, tampoco podemos negar que es una emergencia humanitaria que no ha tenido la atención de las autoridades, ni menos la contención en la frontera. El gobierno de Chile sí dispone de recursos suficientes para montar un refugio de emergencia y entregar a los migrantes en Colchane, abrigo, comida y salubridad, y sobre todo evitar que sigan una ruta que los lleva a deambular sin destino, errantes y carentes de necesidades básicas. La política de la expulsión que trae aparejado un alto gasto fiscal, debe coordinarse con las ayudas de organizaciones internacionales y la colaboración de los gobiernos sudamericanos. El problema es que existe colisión entre los derechos que asisten a cada migrante de comenzar una nueva vida en otro país y la política del Estado chileno en recibir o prohibir el ingreso de estos movimientos migratorios originados por crisis políticas.
Respecto a la respuesta que dará el futuro gobierno, debe enfocarse en que la ayuda humanitaria vaya aparejada de un plan, previo a la expulsión o deportación, caso a caso y, por supuesto, asegurar que las personas que pidan asilo o visa para vivir y trabajar en Chile no tengan antecedentes criminales, ni signifiquen una amenaza para la paz social de la comunidad. Debemos ser capaces de un mínimo nivel de empatía con el otro, ya que no es imposible que en el futuro, migrar sea por la escasez de agua u otra catástrofe natural.
"Hay que asegurar que las personas que pidan asilo o visa no tengan antecedentes".
Marysol Díaz Serón,, cientista social