El héroe y el gentilhombre
De niño, allá en su España natal, Eduardo temía a la oscuridad. Para llegar a su habitación debía recorrer el largo pasillo de la residencia, pasando por el patio.
Ese lugar sobrecogía su espíritu. Pero una noche consiguió exorcizar sus demonios.
Avanzando cauteloso hasta el fondo, descubrió que sus fantasmas eran los mismos trastos utilizados en sus juegos diurnos.
Pero otros miedos persistían. Eduardo abominaba también del mar, por la inescrutable oscuridad de sus aguas.
Años después, la prolongada y tormentosa travesía por dos océanos para ejercer el comercio en Iquique, una lejana ciudad sudamericana, duplicó su animadversión marítima.
Arturo, en cambio, parecía no temerle a nada. El mar de su amado Chile, lejos de amedrentarlo, le atraía.
Los libros favoritos de su niñez abundaban en la descripción de toda clase de embarcaciones, así como de todo tipo de aventuras y epopeyas náuticas. Sus juegos más recurrentes tenían como invariables protagonistas a próceres y personajes de la imaginería marítima.
Con el paso de los años, y en virtud de su pujante idiosincrasia, el ciudadano español pudo convertirse en un destacado comerciante en estas remotas latitudes.
Arturo Prat, por su parte, cristalizó su anhelo, convirtiéndose en capitán de navío. Y aun cuando la angosta geografía y el destino los acercaban, nunca llegaron a conocerse.
Ese veintiuno de mayo, mientras flotaban en la rada de Iquique restos de madera y mástiles rotos de lo que antes fuera la Esmeralda, don Eduardo Llanos solicitó -en medio de las miradas conmiserativas del gentío- el cuerpo del capitán de la nave tan gloriosamente hundida. Sintiendo que -en esta ocasión- el mar era protagonista inocente e involuntario, quiso dar cristiana sepultura y honrar a quien, vencidos todos sus miedos, ofrendaba la vida con tanta grandeza.
"Ese veintiuno de mayo, mientras flotaban restos de madera y mástiles rotos de lo que antes fuera la Esmeralda, don Eduardo Llanos solicitó el cuerpo del capitán de la nave tan gloriosamente hundida (...) quiso dar cristiana sepultura y honrar a quien ofrendaba su vida con tanta grandeza".
Carlos Morales Fredes, escritor